miércoles, 1 de marzo de 2017

Monogamia: ¿Está tu cerebro programado para la fidelidad?

¿Amor en exclusividad sexual o poliamor? La creencia popular afirma que la infidelidad surge porque “algo no va bien en la pareja” y tiene cierto sentido; ¿qué necesidad tiene una persona enamorada y satisfecha de buscar fuera de casa lo que ya tiene? Muchas veces hemos escuchado que las relaciones plurales o abiertas son “antinaturales”, pero, ¿qué opina la ciencia sobre esto? ¿Son las relaciones en exclusividad sexual intrínsecas a nuestra naturaleza o son un mero cuento de hadas?

Se suele creer que la monogamia es algo natural en el ser humano, todos buscamos nuestra media naranja y, cuando la encontramos, esperamos que el enamoramiento se mantenga inalterable a lo largo de toda nuestra vida, pero la cuestión es ¿está nuestro cerebro programado para la fidelidad sexual? ¿Puede alguien enamorado sentirse atraído sexualmente por otra persona?
Belén Tomé Ayala, psicóloga especialista en investigación y divulgación científica en CogniFit, ha trabajando en el sector salud-investigación y en el área de evaluación y estimulación cognitiva.
En este artículo responde a nuestras dudas.

Monogamia: ¿Está tu cerebro programado para la fidelidad?

Por Belén Tomé Ayala
La infidelidad y la fidelidad se han investigado mucho; algunas estadísticas defienden que alrededor del 60% de los hombres y el 40% de las mujeres que mantienen relaciones monógamas son sexualmente infieles y, normalmente, estas aventuras se ocultan, tanto a la pareja como a la sociedad.
Otros estudios, entre ellos uno publicado por la American Sociological Associaton, han demostrado que la infidelidad no está directamente relacionada con la insatisfacción del día a día.
Debemos entender que las relaciones ya no son como hace tiempo,  y tienen cabida formas más abiertas de amar.
Vamos a mirarlo desde este punto de vista: ¿Cuántos años tiene nuestra civilización? ¿Y cuántos años lleva instaurado este moderno modelo de matrimonio basado en el amor y la “realización” personal? Parece que menos de 200 años, ya que hasta esta fecha, las relaciones monógamas no eran más que una forma de supervivencia o de “negocio” que buscaba preservar la riqueza de las familias.
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La psicóloga Belén Tomé Ayala/Foto facilitada por Cognifit
Hace dos siglos, era prácticamente imposible vivir individualmente, pero hoy sí lo es. Por primera vez, el matrimonio y las relaciones centradas en la monogamia no son necesarias, por lo que podríamos considerar que con este modelo de monogamia basado en el amor romántico estamos viviendo una especie de experimento social. Si el matrimonio actual está basado en algo tan frágil y variable como el amor romántico, ¿no podríamos asumir también que es inestable?

Bioquímica del amor

Nuestro cerebro no entiende la atracción sexual y el amor como un “todo”. Diferentes estudios han probado que los circuitos neuronales que activan el deseo sexual se encuentran en una región del cerebro llamada “ínsula anterior” y, otro mecanismo diferente situado en la “ínsula posterior” es el que, de alguna forma, responde a los sentimientos del amor y nos permite seleccionar a la persona con la que queremos “comprometernos”.
Nos han contado que, en una relación de pareja, el deseo sexual y el enamoramiento van siempre de la mano, pero la realidad es que nuestro cerebro tiene dos detonantes diferentes para cada uno de ellos.
Helen Fisher, una de las antropólogas que más ha investigado sobre la bioquímica del amor, examinó el cerebro de diferentes parejas: unas en fase de enamoramiento, y otras estables o consolidadas/comprometidas. Estos fueron los resultados:
  1. Fase de enamoramiento, atracción o deseo sexual: El cerebro libera dos estimulantes muy potentes: la dopamina (sustancia relacionada con la euforia y motivación) y la norepinefrina (similar a la adrenalina). Son sustancias químicas que activan nuestro cerebro de la misma forma que podría hacerlo la cocaína. Este cóctel químico nos ayuda a detectar recompensas (una relación sexual) y a actuar para conseguirlas. En este estado, experimentamos sentimientos exaltados que nos llevan a obsesionarnos con la otra persona.
  2. Fase de estabilidad (relaciones consolidadas): En las personas que ya están en una relación de compromiso, lealtad y exclusividad donde se mantiene el deseo erótico, pero la fogosidad se transforma en un sentimiento más relajado, el cerebro libera oxitocina y endorfinas. Sustancias que nos hacen sentirnos relajados y en un estado de bienestar, confianza y cariño. La atracción física va disminuyendo a medida que dejamos de liberar dopamina.
Algunas personas pueden sentirse desilusionadas al percibir cómo la pasión sexual decae a medida que la relación avanza. Y ven en la infidelidad una forma de recuperar “la chispa” y experimentar de nuevo esa euforia sin romper esa relación sentimental estable en la que se es feliz.
Con el sexo liberamos dopamina y esta sustancia tiene la capacidad de producir experiencias de placer mucho más intensas de las que nos proporcionan las conductas típicas de nuestro día a día.
Es probable que la búsqueda de activación de este sistema de recompensa esté relacionada con la infidelidad. De hecho, investigadores de la Universidad de Binghamton, Nueva York, revelaron que los receptores de la dopamina (DRD4) podrían ser la causa de la infidelidad.
Muñecos a tamaño real de un hombre y una mujer desnudos en un expositor
EFE/Carlos Santamaría
Y es que las cosas han cambiado mucho en pocos años. En el mundo actual, estamos acostumbrados a satisfacer de forma rápida y certera nuestras necesidades. Nuestra sociedad está muy centrada en el individualismo, en la libertad y realización personal. Hoy en día, elegimos nuestros amigos, nuestra carrera, tenemos acceso a internet, viajamos, vivimos en grandes ciudades, vamos a la universidad y solemos tener diferentes parejas hasta que damos el paso de contraer matrimonio… ¿Por qué, aunque tengamos una relación sentimental estable, vamos a renunciar al placer que genera mantener relaciones sexuales con personas nuevas?

Poliamor

Aunque la monogamia y el amor en exclusividad sexual sigue siendo la conducta que tiene más seguidores, cada vez más personas defienden o practican otra forma más abierta de entender las relaciones sentimentales. Y aparecen nuevas tendencias que proponen un modo diferente de entender la fidelidad. Uno de ellas, es el poliamor, un modelo de relación de más de dos personas al mismo tiempo, en la que se vive el amor y el compromiso de forma más abierta y consensuada.
Las relaciones no son como el cuento de hadas que una vez nos contaron. Entonces: ¿por qué nos empeñamos en negar la evidencia? ¿El sexo tiene siempre que implicar amor? ¿Tiene el amor que implicar siempre fidelidad sexual a una única persona? Parece que el futuro puede apuntar hacia a unas relaciones sentimentales más abiertas. Nuestro cerebro no está programado para la fidelidad sexual porque es posible que se trate de un condicionamiento cultural modificable.

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